
Una analogía típica: la vida es como una montaña y nosotros debemos escalarla con esfuerzo, paso a paso, con esperanza y sin desesperar, para algún día llegar a la cima.
Con frecuencia pensamos que los procesos son lineales. Que si uno quiere, por ejemplo, ser mejor deportista, mejor persona, mejor pareja, o mejor profesional, es cuestión de avanzar día a día en esa línea ascendente hasta la cumbre.
Esa idea es tan cierta como falsa. Las analogías son muy útiles e importantes, pero hay que recordar con frecuencia olvidan la complejidad humana y las dificultades del mundo en que vivimos.
Los avances, sin duda, sólo se logran paso a paso, pero en la vida pocas cosas son lineales. Los aprendizajes, los procesos de construcción, los proyectos y otros emprendimientos humanos son, por esencia, oblicuos, desordenados y confusos.
En PPA llevamos varios meses intentando comunicarnos mejor, trabajar de forma más ágil, y pensar más en lo que realmente le preocupa a nuestros clientes: soluciones prácticas y oportunas. Como todos, buscamos avanzar y ser mejores. Como todos, también, hemos tenido que parar para ver los avances, entender que ha habido algunos retrocesos, y tomar decisiones para volver a orientarnos y enfocarnos en lo importante.
Los procesos no son lineales. No todo es avance ascendente. Por eso es bueno aprender a parar y reflexionar sobre lo que ha pasado. Mirar por el espejo retrovisor de la vida y corregir lo que haya que corregir, sabiendo que después hay que volver a hacer ajustes.
Probablemente no haya una cumbre, pero es bueno imaginar que la hay. Probablemente no haya un punto final de los finales, pero qué aburrido sería todo esto si lo hubiese.
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